El Arte de
los Malabaristas
Muchos de los
espectaculares juegos de manos que incluyen en sus programas los malabaristas
se basan también en la propiedad que tienen los cuerpos giratorios de mantener
la dirección de su eje de rotación. A continuación me permito citar unos
párrafos del ameno libro del físico y profesor inglés John Perry “El trompo
Giratoria”:
“En una ocasión
estaba yo demostrando algunos de mis experimentos ante un auditorio que tomaba
café y fumaba plácidamente en el magnífico salón de conciertos “Victoria” de
Londres. Yo hacía lo posible por interesar a mis oyentes explicándoles que si
queremos echarle a alguien un sombrero, para que pueda recogerlo con su bastón,
hay que lanzarlo de forma que vaya girando, de la misma manera que cuando tiramos
una anilla para que caiga en un sitio determinado. Porque todo cuerpo giratorio
opone una resistencia al cambio de dirección de su eje de rotación en la que se
puede confiar siempre.
Si la moneda se echa hacia arriba sin rotación
puede caer de
cualquier manera
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Luego expliqué a
mis oyentes que por muy liso que sea el acabado de un cañón de arma de fuego,
no puede garantizar una buena puntería; por eso, las armas modernas tienen los
cañones rayados, es decir, en el alma del cañón se hacen unas estrías
helicoidales en las que encajan las bandas de forzamiento del proyectil, de
forma que este último debe entrar en rotación cuando la fuerza de la explosión
de la pólvora le obliga a avanzar por el ánima del cañón. A esto se debe que el
proyectil salga del cañón con un movimiento de rotación perfectamente
determinado.
Un sombrero es más fácil de atrapar cuando
se tira dando vueltas
alrededor de su eje
|
Esto fue todo lo
que yo pude hacer durante esta conferencia, puesto que no soy ducho en lanzar
sombreros ni discos. Pero cuando terminó mi charla, empezaron a actuar dos
malabaristas y yo, francamente, no hubiera podido desear una ilustración mejor
para las leyes que acababa de explicar que la que ofrecía cada uno de los
juegos que hacían estos artistas. Se echaban el uno al otro sombreros, anillos,
platos, sombrillas, todo ... girando. Uno de los
malabaristas echaba por alto toda una serie de cuchillos, los volvía a atrapar
y otra vez los lanzaba hacia arriba con suma precisión; el público, que conocía
ya el por qué de estos fenómenos, se regocijaba, se daba cuenta del movimiento
giratorio que el malabarista comunicaba a cada cuchillo, soltándolo de manera
que sabía con seguridad en qué posición volvería a sus manos. Yo me quedé
admirado de ver que casi todos los números que presentaron los malabaristas
servían de ilustración al principio enunciado anteriormente”.
Pez payaso |
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