La ciencia se encuentra en todos lo aspectos de nuestra vida y
hoy quiero mostraros un poco de la ciencia que hay tras un huevo duro.
Para empezar deciros que los huevos son una sola célula, aunque su
tamaño sea desmesurado, siendo el huevo de avestruz la célula más grande
que existe. Se trata de óvulos femeninos cubiertos por una fina capa
de calcio que les proporciona su aspecto y dureza característica.
Ya que tenemos claro que es una célula procedamos a cocción
perfecta. Para conseguirlo necesitamos dos procesos biológicos
fundamentalmente, la desnaturalización y la ósmosis.
Comenzamos la receta:
- Introducimos el huevo en un recipiente con agua a temperatura ambiente y añadimos sal. Esta sal facilitará la deshidratación por ósmosis, es decir, el huevo al ser una célula consta de una membrana externa semipermeable que permite el movimiento de agua según la concentración pero no de solutos. La sal aumentará la concentración en el agua externa, haciendo que el agua fluya desde el interior del huevo hacia el exterior. Al estar deshidratado será más fácil pelarlo sin romperlo.
- Ponemos al fuego el recipiente aumentando la temperatura durante 10-12 minutos. Este aumento de temperatura produce una desnaturalización de las proteínas que pierden su forma nativa, pasando de estado fluido a solido.
- Enfriar rápidamente los huevos cocidos. Existen varias opciones para esto, para mi la más acertada es introducirlos en agua fría y meter el recipiente en el congelador. Este proceso evita la renaturalización, es decir, si el cambio a la temperatura normal es progresivo y lento, las moléculas pueden volver a estabilizar su estructura nativa al ser esta la más eficiente energéticamente.
Tras estos sencillos pasos hemos deshidratado, desnaturalizado y
evitado la renaturalización, consiguiendo el huevo cocido perfecto. Por
cierto, que aproveche!
(Fuente)
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