Muchas investigaciones arrojaron como hipótesis que la aparición de las balanzas químicas de precisión se produjo gracias a la creación de aquellas que son hidrostáticas,
por ende utilizadas en el comercio, en el control fiscal de las
bebidas de contenido alcohólico e incluso por los ensayadores de
metales cuando querían llevar a cabo el cálculo de las densidades
relativas tanto de los sólidos como de los líquidos.
Con el paso del tiempo, este modelo de balanza fue perfeccionándose
debido a que en el siglo XVIII comenzó a suscitarse un profundo interés
por el estudio cuantitativo de la composición química de las
sustancias sólidas, líquidas y luego de las gaseosas. Justamente, las medidoras hidrostáticas permitieron calcular la densidad relativa de las disoluciones químicas.
Cuando
hablamos de densidad relativa, hablamos de la relación que se produce
entre el peso del volumen específico de un cuerpo y el peso de un
volumen igual, pero de agua destilada. En lo que respecta al uso de
estas balanzas, las mismas operan bajo el principio de Arquímedes.
Dicho principio aseguraba que en el momento de sumergimiento de un
cuerpo en un líquido, éste será empujado con una fuerza idéntica al
peso del volumen del líquido que el cuerpo va a desplazar en el instante
mismo de la inmersión.
Este
tipo de básculas son sumamente normales, aunque se encuentran
diseñadas especialmente para ejecutar pesadas tareas en el aire y en
los líquidos, junto con procedimientos diferentes. Es decir, el proceso
va a variar según se quiera determinar la densidad relativa de un
sólido o la densidad relativa de un líquido.
En el primer caso, se procede a pesar el sólido en el aire, para luego
sumergirlo en agua destilada. En el segundo caso, se va a tener que
utilizar un cuerpo de peso conocido. Lo que primero se hace es calcular
el peso de ese cuerpo cuando se lo sumerge en el líquido, y
posteriormente se calcula el peso sumergido en agua destilada.
La balanza de Mohr-Westphal es una variante sumamente ingeniosa dentro del grupo de las hidrostáticas.
La misma resulta muy útil para cuando se quiere determinar con gran
rapidez (y sobre todo con gran precisión) la densidad relativa de los
líquidos.
La
constitución de la balanza de Mohr consiste en dos brazos bastante
desiguales. Uno de estos va a estar graduado en diez partes y en su
extremo va a contar con un gancho del cual pende una pieza de vidrio.
Esta pieza es denominada “termómetro de inmersión”, más conocido con el nombre de Reinmann. Éste mide la temperatura del líquido con el que se está lidiando.
El peso de la pieza es muy
grande, ya que cuando pende de la balanza de Mohr tiene la capacidad de
situarla en perfecto equilibrio. Asimismo, la pieza de vidrio puede
ser introducida en un líquido, acción mediante la cual se altera ese
equilibrio, para luego ser recuperado mediante la colocación de un grupo
de pesas espaciales, que van a poseer una forma de horquilla.
Justamente, parte del equipo general son estas pesas (específicamente
cuatro), que serán colocadas sobre el brazo graduado. El brazo más
corto, a su vez, termina en la pieza compacta de masa fija, con la
presencia de una aguja adosada, que debe estar siempre al mismo nivel
que otra aguja (llamada B), que se encuentra adherida al chasis,
precisamente en el momento en el que la medidora hidrostática está
equilibrada. Por otra parte, el brazo largo de la balanza de Mohr cuenta con un gancho para colgar el inmersor de vidrio con el termómetro en su interior,
sobe el cual ya hemos hecho referencia. A su vez, el brazo largo tiene
una serie de muescas a distancias fijas, las cuales por lo general se
encuentran numeradas para representar las unidades. En la base del
equipo podemos notar un tornillo T, cuya función es la de mantener la
báscula nivelada lo más posible.
(Fuente)
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