La magia se aprovecha de los resquicios que deja nuestra percepción de la realidad, y la ciencia quiere saber cómo lo hace. Por ese motivo, la neuróloga Susana Martínez-Conde, directora del laboratorio de Neurociencia Visual del Instituto Neurológico Barrows en Phoenix (Arizona), convenció a prestigiosos magos estadounidenses para que se prestaran a participar en una serie de experimentos científicos. Como resultado de ese estudio y de sus investigaciones en los últimos años publicó, junto con Stephen Macknik, director del laboratorio de Neurofisiología del Comportamiento, el libro Los engaños de la mente, en el que se cuenta cómo los magos llevan siglos engañando a nuestro cerebro. El pasado mes de marzo, en la Residencia de Estudiantes de Madrid, Martínez-Conde dio una conferencia, acompañada por el mago Miguel Ángel Gea y dentro del ciclo Claves Neurobiológicas de la Sociedad, en la que presentó las conclusiones más importantes de su estudio.
Los ilusionistas emplean en sus trucos lo que la neurocientífica ha bautizado como ‘ceguera por atención’, un concepto que desmiente la idea de que podemos estar atentos a dos cosas a la vez. Según Martínez-Conde, los recursos de nuestro cerebro son limitados y no puede procesar toda la información que le está llegando continuamente, de forma que enfoca su atención en algunos fenómenos y borra todos los demás. ¿Cuántas veces durante un espectáculo el mago pide que el público se concentre en una carta, en una moneda o en cualquier otro objeto? Con ello, precisamente, consigue dejarnos ciego por atención.
En su presentación, Martínez-Conde puso los siguientes ejemplos:
Test de atención 1. Cuenta cuántos pasos de balón realiza el equipo blanco
Test de atención 2. Cuenta cuántos cambios de decorado y vestuario ocurren en esta escena
Según Miguel Ángel Gea, ése es el gran reto de un mago, controlar la atención del espectador y conseguir que la fije donde él quiere y no en cualquier otro lugar, y ahí es donde esconden sus trucos. Las formas de conseguirlo son muy distintas: pedirlo directamente, distraer con un estímulo llamativo, como un sonido o un movimiento vistoso con las manos, o utilizar el lenguaje corporal. También emplean lo que se ha llamado ‘atención conjunta’ o, dicho de otro modo, el hecho de que miramos donde otros miran. Cuando el ilusionista desvía su mirada hacia la mano en la que esconde algo, el público sigue igualmente la dirección en la que mira, es algo instintivo, y cuando vuelve a levantarla, su cerebro ya ha sido engañado.
La observación de los magos en plena actividad permite desmentir otro tópico, y es que la mano no es más rápida que el ojo. Por muy rápido que un ilusionista pueda realizar un movimiento, el ojo siempre lo verá. Lo que intentará es que el cerebro olvide lo que ha visto. Una de las técnicas utilizadas consiste en incluir lo que han llamado ‘claves falsas’, movimientos aparentemente espontáneos y naturales como rascarse la nariz o ajustarse la chaqueta, pero que son importantes para el desarrollo del truco. Más adelante, cuando el cerebro intente entender lo que ha pasado, obviará esos pequeños movimientos y no encontrará más explicación que la magia.
Pero los magos cuentan con otros recursos muy potentes: el humor y las emociones. El cerebro no puede estar concentrado al cien por cien durante un tiempo prologando y hay factores que le ayudan a relajarse. Si un ilusionista hace reír a su audiencia, la mantiene intrigada o la pone en tensión, su cerebro se verá tentado a relajarse y a dejar en manos de las emociones el análisis de lo que está pasando, y en ese lapso de tiempo, el truco ya ha ocurrido.
Conocer los trucos que los magos utilizan para manipular nuestra atención puede ser muy útil para los neurocientíficos que tratan con personas afectadas por trastornos de la atención, como el autismo o el síndrome de déficit de atención, además de ayudarnos a entender cómo funcionan las estrategias publicitarias o algunos aspectos de las relaciones interpersonales."
(Fuente)
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